El estudio contrastó los efectos de la descarga de dos ríos que desembocan en el mar interior de Chiloé. Uno en el norte de la isla, sometido a una intensa actividad antrópica y, otro, en el extremo sur de la isla, el cual destaca por un suelo sin intensificación y con importante cobertura de bosque nativo. Los resultados demuestran la importancia de generar más conocimiento sobre la influencia de ríos en el mar, en especial para la planificación de la acuicultura.
El estudio de la influencia de los ríos en el mar es un ámbito de gran relevancia para las zonas costeras. Las actividades humanas han generado múltiples cambios en los suelos que drenan a las cuencas hidrográficas, con consecuencias sobre las propiedades físico-químicas de la zona costera donde llegan estas aguas, y que recién comienzan a conocerse en detalle, en especial su impacto en actividades como la acuicultura y la pesca artesanal.
En ese contexto, un estudio del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera (SECOS) demostró que los flujos de nutrientes hacia la zona costera son mayores en cuencas hidrográficas donde domina el uso agrícola, mientras que aquellas cuencas hidrográficas donde el grado de intervención humana es menor, y donde domina el bosque nativo, se descargan grandes cantidades de materia orgánica disuelta coloreada (CDOM). Esta materia orgánica, al llegar al mar, puede generar condiciones de altos niveles de dióxido de carbono (pCO2) y menor concentración de carbonatos, los cuales son necesarios para que los moluscos puedan construir sus estructuras calcáreas, o “conchas”. Asimismo, la investigación hace énfasis en la importancia de la planificación de actividades acuícolas, en especial la miticultura.
El estudio liderado por la estudiante del Programa de Doctorado en Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción, Elizabeth Curra-Sánchez, comparó dos cuencas hidrográficas que llegan al mar en Chiloé; la del Río Colu, al norte en las cercanías de Quemchi, y el estuario del Río Yaldad, que nace en el Parque Tantauco, en el extremo sur de la isla. El primero, destaca por las actividades antrópicas que se realizan en sus alrededores, como la agricultura, que domina un 38% de la cuenca, mientras que el segundo se ubica en una cuenca con 82% bosque nativo y en un área poco intervenida por actividades humanas.
«Las cuencas hidrográficas son grandes zonas de captación de agua de lluvia que lava los suelos y arrastra sedimentos, nutrientes y materia orgánica hacia la zona costera”, comenta Curra-Sánchez. “En los últimos años el cambio de uso de suelo en las cuencas representa un problema ambiental global, no solo por la deforestación y la pérdida de la biodiversidad, sino también por todos los otros cambios, procesos y las actividades que se desarrollan en la cuenca como la agricultura o la urbanización”, agrega.
“En zonas donde el flujo de material terrestre es muy grande, como es el caso del Río Yaldad, si bien proveen mucho detritus y materia orgánica que pueden ser utilizadas como nutrientes por organismos filtradores como los choritos, estos pueden generar condiciones de aguas que son corrosivas para este tipo de organismos, que construyen conchas de carbonato de calcio, pudiendo hacer que se disuelvan o que les cueste mucho más construir estas estructuras”, explica Elizabeth Curra-Sánchez, autora principal de la publicación.
De esta forma, en el estudio se vieron las características químicas de los ríos y qué implicancia tienen ciertas variables, como los nutrientes, en el mar. Esta investigación fue realizada bajo la guía del Dr. Cristian A. Vargas del Laboratorio de Ecosistemas Costeros y Cambio Ambiental Global (ECCALab) de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción, e investigador del Instituto Milenio SECOS y el Instituto Milenio de Oceanografía (IMO). “Este tipo de resultados es de mucha utilidad para la planificación espacial de la acuicultura y su gobernanza, ya que entrega información que puede servir para pensar previamente qué sectores son más idóneos que otros para la plantación de semillas”, explica el Dr. Vargas.
Así, los resultados de este estudio exploratorio, generan la necesidad de conocer más detalles respecto de cómo los cambios de uso de suelo en la Isla Grande de Chiloé, podrían afectar la química del agua de mar en la zona costera, por la escorrentía y las descargas de agua dulce de los ríos. Además, adquiere especial importancia comprender cómo estos cambios podrían tener consecuencias inciertas para los organismos marinos y los servicios ecosistémicos en la zona costera, donde se desarrollan la acuicultura y la pesca artesanal, más aún bajo contexto de cambio climático y acidificación de los océanos.
“En la actualidad, aparte de medir lo que te pide la autoridad sanitaria, sabemos poco de otros parámetros químicos del agua de mar y de relevancia para servicios ecosistémicos, como la acuicultura y pesca. Este es uno de los primeros estudios que se realizan en Chile, sin embargo, los ríos son todos muy distintos entre sí, por lo que se hace necesario comprender mejor las características físico-químicas de las descargas de agua dulce que llegan al mar, antes de hacer recomendaciones más concretas sobre la planificación espacial marina”, explica Bernardo Broitman, investigador del SECOS, Núcleo Milenio UPWELL y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez.
“La investigación nos da una respuesta de cómo el tipo de uso de suelo que hay río arriba, tiene un impacto en la calidad del agua en la zona costera, particularmente en ciertos elementos que impactan negativamente a la acuicultura de moluscos. Esto, pese a que las normativas actuales no te piden que midas este tipo de parámetros, como el pH, el CO2, o el contenido de carbonatos en el agua de mar “, agrega el ecólogo.
En el estudio colaboraron también investigadores de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Universidad Austral de Chile, Universidad Católica de la Santísima Concepción, Universidad del Biobío, Universidad Adolfo Ibáñez, y el Centro EULA de la Universidad de Concepción.